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Todo sobre el océano

Todo sobre el océano

El océano cubre el 70 per ciento de la superficie terrestre.

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9 - 12+

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Biology, Earth Science, Oceanography, Geography, Physical Geography

















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El océano abarca el 70 por ciento de la superficie de la Tierra. Contiene cerca de 1,350 millones de kilómetros cúbicos de agua (324 millones de millas cúbicas). Representa el 97 por ciento de toda el agua de la Tierra. El océano hace posible toda vida terrestre y hace que el planeta se vea azul cuando se observa desde el espacio. La Tierra, hasta donde sabemos, es el único planeta de nuestro sistema solar con agua en estado líquido.

Aunque el océano es una masa de agua ininterrumpida, los oceanógrafos lo han dividido en cuatro zonas principales: océanos Pacífico, Atlántico, Índico y Ártico. Los tres primeros se encuentran en las gélidas aguas en torno a la Antártida. Para algunos oceanógrafos esto significa que hay un quinto océano: el llamado comúnmente océano Austral.

El clima

El océano cumple un papel fundamental con respecto al clima y al tiempo. El calor del sol hace que el agua se evapore y este vapor, a su vez, humedece el aire. Los océanos producen la mayor parte del vapor de agua, que se condensa y crea las nubes. Y las nubes, por último, liberan su humedad en forma de lluvia u otros tipos de precipitación. Toda la vida en la Tierra depende de este proceso conocido como ciclo del agua.

La atmósfera recibe gran parte de su calor del océano. Cuando el sol calienta el agua, el océano transfiere el calor desprendido a la atmósfera, que, a su vez, lo distribuye por todo el planeta.

Como el agua absorbe y pierde el calor más lentamente que las masas terrestres, el océano equilibra las temperaturas de la Tierra absorbiendo el calor en verano y liberándolo en invierno. Sin el océano como regulador de estas temperaturas globales, el clima de la Tierra sería terriblemente frío.

Formación del océano

La Tierra empezó a formarse hace unos 4,600 millones de años. Luego se dividió gradualmente en capas de roca más ligera y más pesada. La primera capa se elevó y formó la corteza terrestre; la segunda se hundió formando el núcleo y el manto de la Tierra.

El agua del océano procede de las rocas del interior de la Tierra en proceso de formación. Cuando las rocas fundidas se enfriaron, liberaron vapor de agua y otros gases. Luego, el vapor de agua se condensó y cubrió la corteza terrestre con un océano primigenio. Hoy, los gases calientes del interior de la Tierra siguen generando nuevas aguas en el fondo del océano.

El lecho marino

Los científicos empezaron a cartografiar el lecho marino en la década de 1920. Utilizaban, entonces, unos instrumentos llamados ecosondas, que miden la profundidad del agua mediante ondas de sonido. Las ecosondas funcionan con la técnica del sónar, acrónimo en inglés de navegación y cálculo de distancias por sonido. El sónar demostró que el fondo oceánico tiene unos accidentes geográficos espectaculares: enormes montañas, profundos cañones, escarpados acantilados y extensas planas.

La corteza oceánica está constituida por una fina capa de roca volcánica llamada basalto. El lecho marino se divide en varias zonas. La primera de ellas es la plataforma continental, una extensión submarina casi llana de un continente. No todas las plataformas continentales tienen la misma extensión desde la costa. Sin embargo, por lo general, son más extensas junto a las costas llanas y más estrechas junto a los litorales montañosos.

La plataforma está cubierta de sedimentos procedentes del continente. Parte de estos sedimentos son depositados por los ríos o quedan atrapados en represas naturales y otras formaciones. La mayoría de los sedimentos provienen del último periodo glacial, o Edad del Hielo, cuando los océanos retrocedieron y dejaron al descubierto la plataforma continental. Este sedimento se denomina sedimento relicto.

En el borde exterior de la plataforma continental, la tierra se precipita bruscamente en lo que es conocido como talud continental. El talud desciende casi hasta el fondo del océano. Luego, se estrecha hasta una pendiente más suave conocida como elevación continental, y desemboca a lo más profundo del océano en una planicie llamada llanura abisal.

Las llanuras abisales son zonas amplias y planas que se hallan a profundidades de entre 4,000 y 6,000 metros (13,123 y 19,680 pies). Cubren el 30 por ciento del lecho marino y son las áreas más llanas de la Tierra. Estas llanuras están cubiertas por sedimentos de grano fino, como la arcilla y el  limo. Los sedimentos pelágicos, restos de microorganismos oceánicos, también descienden desde las capas superiores del océano. En estas llanuras hay colinas abisales y unos picos volcánicos sumergidos llamados montes submarinos.

De las llanuras abisales de cada uno de los grandes océanos emerge una enorme cadena de montañas, en su mayoría submarinas. Esta cadena, llamada dorsal oceánica, rodea la Tierra y se extiende a lo largo de más de 64,000 kilómetros (40,000 millas). La mayor parte está dividida por una profunda grieta o brecha central. Estas dorsales marcan los límites entre las placas tectónicas. La roca fundida del interior de la Tierra brota de la grieta, formando nuevos lechos marinos en un proceso llamado expansión del fondo oceánico. Una gran parte de la dorsal oceánica se extiende por el centro del Atlántico. Se conoce como dorsal Mesoatlántica. No fue vista ni explorada directamente hasta 1973.

Algunas zonas del lecho marino tienen unas depresiones profundas y estrechas, llamadas fosas oceánicas. Son las áreas más profundas de la Tierra; la más profunda de todas ellas es el abismo Challenger, en la fosa de las Marianas del océano Pacífico, cerca de la isla de Guam. Se ignora su profundidad real, pero las mediciones más precisas lo sitúan a 11,000 metros (36,198 pies) por debajo de la superficie del océano. Esta distancia supera en 2,000 metros (6,000 pies) la altura del Everest, el punto más elevado de la Tierra. La presión en el fondo del abismo Challenger es de unas ocho toneladas por pulgada cuadrada.

Zonas de vida marina

Ya sea en la costa o en lo más profundo del lecho marino, el océano rebosa de vida. Los cientos de miles de especies marinas van desde las algas microscópicas hasta la criatura más grande que ha vivido en la Tierra, la ballena azul.

El océano cuenta con cinco grandes zonas biológicas, cada una de ellas con organismos singularmente adaptados a su ecosistema marino específico.

La zona epipelágica (1) es la capa superior del océano iluminada por el sol. Se extiende desde la superficie hasta unos 200 metros de profundidad (660 pies). Esta zona también se conoce como zona fótica o eufótica y aparece tanto en lagos como en el océano.

La luz solar en esta zona epipelágica permite la fotosíntesis, proceso a través del cual algunos organismos convierten la luz del sol y el dióxido de carbono en energía y oxígeno. En el océano, la fotosíntesis corre a cargo de las plantas y de las algas. Las plantas oceánicas, como los pastos marinos, son como las terrestres: tienen raíces, tallos y hojas. Las algas no tienen estas estructuras pero también realizan la fotosíntesis. Las algas grandes, como los quelpos, se denominan macroalgas.

El fitoplancton también vive en la zona epipelágica. Se trata de un grupo de organismos microscópicos formado por plantas, algas y bacterias. Sólo son visibles cuando miles de millones de ellos forman floraciones de algas, y aparecen como manchas verdes o azules en el océano.

El fitoplancton es la base de la red alimentaria del océano. Mediante la fotosíntesis, el fitoplancton es responsable de casi la mitad del oxígeno que se libera a la atmósfera terrestre. Animales como el kril (un tipo de camarón), los peces y los organismos microscópicos llamados zooplancton se alimentan de fitoplancton. A su vez, estos animales son comidos por ballenas, peces más grandes, aves oceánicas y seres humanos.

La siguiente zona es la zona mesopelágica (2), que se extiende hasta unos 1,000 metros (3,300 pies) de profundidad. También es conocida como zona crepuscular, debido a que su luz es muy tenue. Esta falta de luz solar hace que no haya plantas en esta zona, pero los grandes peces y ballenas se sumergen hasta sus profundidades para cazar a sus presas. Los peces de esta zona son pequeños y luminosos. Uno de los más comunes es el pez linterna, que tiene órganos luminosos a lo largo de su cuerpo.

A veces, los animales de la zona mesopelágica (como cachalotes y calamares) se sumergen en la zona batipelágica (3), a una profundidad de 4,000 metros (13,100 pies). Esta zona también se conoce como zona de medianoche porque allí no llega la luz.

Los animales de la zona batipelágica son pequeños, pero suelen tener unas bocas enormes, dientes afilados y estómagos elásticos que les permiten comer cualquier alimento que se les presente. La mayor parte de este alimento procede de los restos de plantas y animales que descienden desde las zonas pelágicas superiores. Muchos animales batipelágicos carecen de ojos porque no los necesitan en la oscuridad. Como allí la presión es tan grande y es tan difícil encontrar nutrientes, los peces de esta zona se mueven lentamente y tienen potentes branquias para extraer el oxígeno del agua.

El agua del fondo oceánico, en la zona abisopelágica (4), es muy salada y fría (dos grados Celsius o 35 grados Fahrenheit). A profundidades de hasta 6,000 metros (19,700 pies), la presión es enorme: 11,000 libras por pulgada cuadrada. Esto hace imposible la vida para la mayoría de los animales. Los que sí lo logran tienen extrañas adaptaciones para hacer frente a su ecosistema. Muchos peces de la zona abisal tienen mandíbulas que parecen estar desencajadas. Esta característica les permite arrastrar sus bocas abiertas por el lecho marino en busca de comida, como mejillones, camarones y organismos microscópicos.

Muchos animales de esta zona, como calamares y peces, son bioluminiscentes; es decir, son capaces de emitir luz mediante reacciones químicas de su cuerpo. Por ejemplo, el rape abisal posee un apéndice luminoso que le cuelga por delante de su enorme boca dentada. Cuando los peces más pequeños son atraídos por su luz, el rape abisal los devora de un enorme bocado.

La zona más profunda del océano, entre fosas y cañones, se denomina zona hadopelágica (5). Aquí viven pocos organismos, donde destacan los diminutos isópodos, un tipo de crustáceo emparentado con cangrejos y gambas.

Los invertebrados, como las esponjas y los pepinos de mar, prosperan en las zonas abisales y hadopelágicas. Al igual que muchas estrellas de mar y medusas, estos invertebrados dependen casi por completo de partículas que caen de plantas y animales muertos o en descomposición, denominadas detritos marinos.

No todos los moradores de los fondos abisales dependen de los detritos marinos. En 1977, un grupo de oceanógrafos descubrió una comunidad de criaturas en los suelos oceánicos que se alimentaban de bacterias en torno a las fuentes hidrotermales. Estas fuentes expulsan del interior de la Tierra agua a temperatura muy alta, rica en minerales. Los minerales alimentan a unas bacterias muy específicas que, a su vez, nutren a otros organismos como cangrejos, almejas y gusanos de tubo.

Las corrientes oceánicas

Las corrientes son chorros de agua que circulan a través de una masa mayor de agua. Océanos, ríos y arroyos tienen corrientes. La salinidad y la temperatura del océano, así como los accidentes geográficos de las costas, determinan el comportamiento de las corrientes oceánicas. El movimiento de rotación de la Tierra y el viento, también influyen en cómo actúan las corrientes del océano. Las corrientes de superficie transportan el calor de los trópicos a los polos, y llevan el agua fría de los polos de vuelta hacia el ecuador. Esto hace que el océano no esté ni muy frío ni muy caliente.

Las corrientes frías de profundidad llevan oxígeno a los organismos del océano. Además, transportan y suministran los nutrientes necesarios para todos los seres vivos. Dichos nutrientes provienen del plancton y de restos de otros organismos que van a la deriva hasta que se descomponen sobre el lecho oceánico.

A lo largo de algunas costas, el viento y las corrientes producen un fenómeno denominado surgencia. Mientras el viento aleja el agua superficial de la costa, las corrientes profundas de agua fría ascienden para ocupar su lugar. Esta surgencia del agua profunda arrastra consigo nutrientes que alimentan a nuevas generaciones de plancton que, a su vez, sustentan a los peces. Así, las cadenas alimentarias marinas, están en un constante proceso de reciclaje trófico y energético.

Algunas corrientes oceánicas son enormes y muy potentes. Una de las más poderosas, es la corriente del Golfo, una corriente cálida superficial originada en el mar del Caribe, que avanza hacia el noreste a lo largo de la costa este de Estados Unidos. La corriente del Golfo tiene una anchura de 80 kilómetros (50 millas) y una profundidad de más de un kilómetro (3,281 pies).

Al igual que otras corrientes oceánicas, la del Golfo ejerce una función crucial. En su desplazamiento hacia el norte, porta consigo la humedad del trópico y la transfiere al aire. Los vientos predominantes de componente oeste llevan el aire cálido y húmedo a las Islas Británicas y a Escandinavia. Por eso sus inviernos son suaves a pesar de estar en una latitud tan alta. El norte de Noruega, que llega hasta el círculo polar ártico, no se congela gracias a la corriente del Golfo.

El Niño es un patrón climático que provoca cambios en la corriente de Humboldt (también conocida como corriente de Perú), que discurre por la costa occidental de Suramérica. El Niño es básicamente una cálida corriente superficial que recorre todo el ecuador e impide la surgencia de las frías y nutritivas aguas de la corriente de Humboldt. El Niño aparece cada dos o siete años, generalmente en diciembre, y asola los caladeros de Perú y Ecuador.

Las trayectorias de las corrientes oceánicas están determinadas, en parte, por la rotación terrestre, que produce el llamado efecto Coriolis. Este fenómeno, sin el cual los vientos y corrientes avanzarían en línea recta, hace que, sin embargo, viren a la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en el hemisferio sur.

La gente y el océano

Durante miles de años, hemos utilizado el océano como fuente de alimentos, y nos ha abierto rutas comerciales y de exploración. Hoy en día seguimos viajando por el océano y aprovechando sus recursos.

Las naciones siguen negociando hasta dónde llegan sus territorios marítimos. El tratado de la Ley del Mar de Naciones Unidas marca zonas económicas exclusivas (ZEE), que llegan hasta las 200 millas náuticas (370 kilómetros) desde cada costa nacional. Aunque hay países, como EE. UU., que no han firmado o ratificado este tratado, está considerado como el estándar internacional.

Rusia ha propuesto extender su ZEE más allá de las 200 millas náuticas. Su gobierno arguye que las dorsales de Lomonosov y Medeleev son extensiones de la plataforma continental rusa. Este territorio incluye el Polo Norte. En 2007, varios exploradores rusos a bordo de un sumergible, clavaron una bandera metálica de Rusia en el lecho océanico del territorio disputado.

A lo largo de los siglos se ha navegado a lo largo de rutas comerciales. A día de hoy, la mayor parte de las mercancías se siguen transportando por mar; especialmente los bienes voluminosos, como maquinaria pesada, cereal y petróleo.

Los puertos son zonas comerciales y culturales. Son el punto de encuentro de rutas de transportes terrestres y marinas, así como de gentes de profesiones diversas: negociantes que importan y exportan bienes y servicios; estibadores encargados de cargar y descargar mercancías, y la tripulación de los barcos. En los puertos, también hay una alta concentración de migrantes e inmigrantes de muy diversas culturas, nacionalidades, idiomas y religiones.

Algunos puertos importantes en EE. UU. son los de Nueva York y Nueva Jersey, y el de Nueva Orleans. Entre los puertos con más actividad del mundo se encuentran el de Shanghái, en China, y el de Róterdam, en Holanda. Los puertos de mar también tienen mucha importancia en las fuerzas armadas de las naciones. Algunos puertos son exclusivamente militares, pero hay muchos de uso compartido con buques mercantes. “El sol nunca se pone en el imperio británico”, se decía en el siglo XIX. A pesar del pequeño tamaño de esta nación insular, el poderío militar de Gran Bretaña se extendía por África, América, Asia y Australia.

Científicos y expertos de diversas disciplinas esperan que se aproveche más el océano como fuente de energía renovable. Algunos países ya han empleado la energía de las olas, del calor, de las corrientes y de las mareas del océano para hacer funcionar turbinas y generar energía. Las corrientes mareales u oceánicas son una fuente de energía renovable. Los generadores de energía a partir de las corrientes marinas no se han producido aún a gran escala, pero ya funcionan en lugares como Irlanda y Noruega. Algunos conservacionistas han criticado el impacto de estas grandes estructuras en los hábitats marinos.

Otra fuente de energía renovable es la conversión de energía térmica oceánica (OTEC, por sus siglas en inglés). Se basa en la diferencia de temperatura entre la capa cálida superficial y la profunda, más fría, para hacer funcionar un motor. Los generadores OTEC deben instalarse en aquellas costas donde existan diferencias notables de profundidad, como las de Japón, India y Hawái (EE. UU.), entre otros.

Otra fuente emergente de energía renovable es la energía de gradiente salino, también conocida como energía osmótica. Es una fuente de energía que aprovecha la capacidad del agua dulce de moverse hacia el agua salada. Esta tecnología, aún en vías de desarrollo, tiene un gran potencial en áreas de delta, donde el agua dulce de los ríos está en contacto permanente con el océano.

Pesca

Cada año se extraen del mar más de 90 millones de toneladas de peces y mariscos de más de cien especies diferentes. Millones de personas, desde pescadores profesionales a empresarios –como restauradores o constructores de barcos, por ejemplo– dependen de las pesquerías para ganarse la vida. Existen dos tipos principales de pesca: por un lado, la pesca de subsistencia, que abastece de pescado a los propios pescadores, a sus familias y a las comunidades pesqueras; en la pesca comercial, por otro lado, los pescadores venden sus capturas o las intercambian por bienes y servicios. El atún, el bacalao y el camarón son especies propias tanto de la pesca de subsistencia como de la comercial.

La pesca es también un deporte recreativo. La pesca deportiva puede ser, o no, competitiva. En los torneos de pesca, se compite individualmente o por equipos por premios basados en el tamaño del ejemplar de una especie en particular capturada en un periodo de tiempo específico. Para practicar cualquier tipo de pesca deportiva hay que obtener una licencia que, en algunos casos, exige soltar las piezas capturadas. Cada vez es más común entre los pescadores deportivos la modalidad de captura y suelta, que consiste en medir la pieza pescada, pesarla y devolverla al océano. Los principales peces cinegéticos (capturados por deporte), son el atún y el pez espada.

La caza de cetáceos consiste en la captura de ballenas y delfines. Esta práctica ha ido decreciendo desde el siglo XIX, pero sigue formando parte de numerosas culturas, desde Escandinavia y Japón a Canadá y el Caribe.

El océano es rico en recursos pesqueros y balleneros, pero ahora dichos recursos están siendo amenazados. La sobreexplotación de la vida marina para la obtención de alimentos y otros productos del océano ha borrado a algunas especies de la faz de la Tierra.

Durante todo el siglo XIX y principios del XX, los balleneros mataron miles y miles de ejemplares por su aceite (cera obtenida a partir de la grasa de ballena hervida) y por su marfil (obtenido de sus dientes). Algunas especies de cetáceos, como la ballena azul y la ballena franca, han sido capturadas casi hasta su extinción. Muchas otras especies siguen en peligro de extinción a día de hoy.

Durante las décadas de 1960 y 1970, las capturas de especies comerciales importantes–como el arenque del mar del Norte y las anchoas del Pacífico– comenzaron a caer en picado. Los gobiernos se dieron cuenta de que se estaba produciendo una situación de sobrepesca (captura de más peces de los que el ecosistema puede reponer). Los pescadores, por su parte, se vieron obligados a arriesgar sus vidas alejándose más y más de las costas (la pesca abisal es uno de los trabajos más peligrosos). Actualmente se usan equipos avanzados, como detectores de peces y grandes redes de trasmallo y pesca de arrastre que permiten capturar enormes cantidades con menos barcos y personal.

En 1992, el colapso, o virtual desaparición del bacalao de los Grandes Bancos de Terranova, en aguas de Canadá, dejó en paro a 40,000 pescadores. Aunque se prohibió su pesca, a día de hoy el bacalao no se ha recuperado.

Para contrarrestar la reducción progresiva de capturas, se recurrió a la pesca de arrastre. Esta modalidad consiste en lanzar redes al fondo del mar y arrastrarlas sobre enormes superficies de fondo marino. Estas redes capturan accidentalmente muchos juveniles de peces y mamíferos. Las extracciones de ejemplares de especies no comerciales se denominan capturas accesorias. La industria pesquera y las agencias de administración de las pesquerías no se han puesto de acuerdo sobre cómo enfrentar la captura accesoria y la sobrepesca. Mientras que los conservacionistas quieren mantener poblaciones saludables, aquellos que dependen de la pesca no quieren perder sus trabajos.

Muchos consumidores están tratando de comprar pescado sostenible (salvaje o de piscifactoría) obtenido por medios que no esquilmen los ecosistemas marinos.

Extracción mineral y perforación

Muchos minerales provienen del océano. La sal marina es un mineral que hemos usado desde la antigüedad como conservante y condimento. La sal marina contiene muchos minerales, como el calcio, que no tiene la sal de mesa normal.

Las fuentes hidrotermales suelen formar en el fondo marino los llamados depósitos masivos de sulfuro (SMS, por sus siglas en inglés), que contienen metales preciosos. Los depósitos de SMS pueden estar en las profundidades o cerca de la superficie. Se están desarrollando nuevas técnicas de extracción de valiosos minerales como hierro, plomo, níquel, oro y plata. Las compañías mineras contratan a miles de personas, y producen bienes y servicios para millones de consumidores.

Los críticos a este tipo de actividad sostienen que la extracción minera crea disrupciones en la ecología local. Provoca que se altere el hábitat de organismos como corales, langostas y mejillones que viven en el lecho marino, y afecta a toda la cadena alimentaria. Además, la destrucción de hábitats es una amenaza para especies que ocupan nichos ecológicos muy concretos. El delfín de Maui es una especie autóctona del norte de Nueva Zelanda en peligro de extinción. El uso de técnicas de pesca no selectivas ha esquilmado la población de delfín de Maui. La explotación minera del fondo marino supone una amenaza para los hábitats y empuja a muchas especies ya en peligro hacia la extinción.

El petróleo sigue siendo uno de los recursos más preciados del océano. Las plataformas petrolíferas de alta mar bombean crudo desde agujeros perforados en las plataformas continentales. Uno de cada cuatro galones de petróleo producidos en el mundo procede de estas plataformas.

Las plataformas petrolíferas requieren de una ingeniería compleja. Se puede construir directamente sobre el fondo marino, o pueden “flotar” sobre un ancla. Si están lejos de la costa, se instala un helipuerto para transportar allí a los trabajadores. Las instalaciones subacuáticas constan de complejos mecanismos de perforación y extracción conectados entre sí. Las explotaciones petroleras submarinas requieren vehículos que actúan en el agua por control remoto.

Algunos países invierten en la perforación en el mar para no tener que importar petróleo. El Golfo de México, cerca de los estados de Luisiana y Texas, en EE. UU., tiene muchas plataformas. Muchos países europeos como Reino Unido, Dinamarca y Holanda, tienen explotaciones en el mar del Norte. Las perforaciones marinas son muy caras y complicadas, y en realidad no son muchas las compañías que cuentan con los recursos y conocimientos necesarios para extraer petróleo del mar en colaboración con los gobiernos locales. La mayor parte de estas compañías son europeas y norteamericanas, y trabajan por todo el mundo.

Algunos gobiernos han prohibido las plataformas petrolíferas, alegando que no son seguras y que son dañinas para el medioambiente. En estas plataformas se han producido muchos accidentes con víctimas mortales. Además, representan una amenaza medioambiental. En las tareas de extracción y transporte se producen vertidos que causan graves daños a mamíferos y aves marinas. Con las plumas impregnadas de crudo, las aves pierden su capacidad termorreguladora y se quedan flotando en el agua. El pelaje de las nutrias y focas también queda impregnado de petróleo, que penetra en el tracto digestivo de los animales y daña sus órganos.

Además, las plataformas petrolíferas liberan todos los días residuos de metal, pequeñas cantidades de petróleo y fluidos de perforación –que contienen agentes contaminantes, como químicos tóxicos y metales pesados– empleados para hacer profundos agujeros en la tierra.

Contaminación

Y sin embargo la mayor parte de la contaminación por petróleo no procede de los vertidos de crudo. Procede de las escorrentías contaminadas de ríos y arroyos que van a parar al océano. Y el origen de casi todas esas escorrentías está en los consumidores individuales. Todos los días, autobuses, motocicletas e incluso cortadoras de césped derraman aceite y grasa en calles, carreteras y autopistas. (Esos vertidos accidentales son los que dan ese brillo característico, y deslizante, a las carreteras más concurridas). Los desagües pluviales arrastran estos contaminantes a los arroyos que, en último término, desembocan en el océano.

En 1989, el petrolero Exxon Valdez causó el mayor vertido de crudo en aguas estadounidenses. Este petrolero derramó más de 10 millones de galones de crudo en la bahía de Prince William. En contraste, los consumidores de Estados Unidos y Canadá vierten cada año un total de 16 millones de galones de petróleo a los océanos Pacífico y Atlántico.

El océano se ha utilizado durante siglos a modo de vertedero de aguas residuales y otros desechos.

En el siglo XXI estos desechos no se limitan al petróleo sino que incluyen, además, escorrentías químicas procedentes de explotaciones agropecuarias e industriales. Entre estas sustancias químicas destacan los nitratos y los fosfatos, usados sobre todo como fertilizantes. Estos químicos generan enormes floraciones de algas: una reproducción masiva de algas y bacterias que amenazan la flora y la fauna marinas. Las floraciones de algas limitan la cantidad de oxígeno disponible en su entorno y generan las llamadas zonas muertas, áreas de océano bajo cuya superficie apenas hay vida. Las floraciones de algas pueden extenderse a lo largo de cientos o incluso miles de kilómetros.

Otra fuente de contaminación son los plásticos. La mayoría de las basuras del océano son plásticos botados al piso por los consumidores. Todos estos artículos de plástico –botellas de agua, bolsas, anillos de envases de a seis, materiales de embalaje, etcétera– representan un peligro para la vida marina. El plástico perjudica a la fauna de dos maneras, por ingesta o por enredo.

Un ejemplo de contaminación marina producida fundamentalmente por plásticos es la Gran mancha de basura del Pacífico. Esta mancha de basura es un vertedero flotante situado en el océano Pacífico Norte. Cubre una superficie equivalente al doble del tamaño de Texas y está formada por unos 100 millones de toneladas de basura. La mayor parte de estos desechos provienen de la costa occidental de Norteamérica (EE. UU. y Canadá) y de la costa oriental de Asia (Japón, China, Rusia, Corea del Norte y Corea del Sur). Las corrientes oceánicas y los patrones climáticos hacen que esta formación de basuras, tanto recientes como en proceso de desintegración, sea relativamente estacionaria. Medusas y otros organismos que se comen los fragmentos de plástico más pequeños, son a su vez comidos por otros depredadores más grandes de la red alimentaria. Estos químicos plásticos acaban a veces en la dieta de los humanos a través del pescado y el marisco.

Otra fuente de contaminación es el dióxido de carbono. El océano absorbe la mayor parte del dióxido de carbono que hay en la atmósfera. El dióxido de carbono –un compuesto necesario para la vida– es un gas de efecto invernadero que atrapa las radiaciones del sol en la atmósfera de la Tierra. El dióxido de carbono forma muchos tipos de ácidos carbónicos en el océano. Los ecosistemas oceánicos se han adaptado a la presencia de ciertos niveles de ácido carbónico, pero el aumento de dióxido de carbono ha disparado los niveles de estos ácidos. La acidificación oceánica erosiona las conchas y caparazones de almejas, cangrejos y corales.

Calentamiento global

El calentamiento global contribuye al aumento de la temperatura de los océanos y del nivel del mar.

El calentamiento de los océanos causa alteraciones radicales en los ecosistemas. El calentamiento global reduce los hábitats de agua fría y, por tanto, reduce el espacio vital de organismos como pingüinos, focas o ballenas. El plancton, que conforma la base de la cadena alimentaria oceánica, prospera en aguas frías. Por lo tanto, que el agua se esté calentando implica que habrá menos plancton que sustente la vida marina.

El deshielo de los glaciares y de las capas de hielo de la Tierra contribuye al aumento del nivel del mar. El aumento del nivel del mar amenaza tanto los ecosistemas costeros como las viviendas construidas junto al mar. Los deltas de los ríos y los estuarios pueden quedar inundados. Las zonas costeras son más vulnerables a la erosión. El agua salada contamina a menudo fuentes de agua dulce. Todas estas consecuencias (inundaciones, erosión, contaminación del agua) ponen a las naciones insulares de baja altura –como las Maldivas en el océano Índico– al borde del desastre.

Con el fin de hallar formas de proteger el océano de la contaminación y de los efectos del cambio climático, científicos de todo el mundo cooperan en el estudio de las aguas oceánicas y la vida marina. También colaboran en el control de la contaminación y del calentamiento global. Muchos países siguen trabajando en busca de acuerdos sobre cómo gestionar y aprovechar los recursos del océano.

Por grande que pueda parecer el océano, la realidad es que se contamina y se deteriora con mucha más facilidad de lo que muchos piensan. Necesita de cuidados y protección, y de expertos capaces de administrarlo con pericia. Sólo entonces podrá seguir dando los muchos recursos que necesitamos los seres vivos, humanos incluidos.

Fast Fact

La costa más larga
…Canadá tiene 202,080 kilómetros (125,567 millas) de costa.

Pequeñito pero matón
…Mónaco tiene 4 kilómetros (2.5 millas) de costa.

Fast Fact

No, en Australia el remolino del inodoro no gira al revés
El efecto Coriolis, que se observa en fenómenos a gran escala como los vientos alisios y las corrientes oceánicas, no se puede replicar a pequeña escala en lavabos o bañeras.

Fast Fact

Océanos extraterrestres
Es probable que hace miles de millones de años Marte tuviera océanos, pero hoy día no hay más que hielo y lechos marinos desecados.
Es probable que Europa, una de las lunas de Júpiter, tenga un océano de agua de más de 96 kilómetros (60 millas) de profundidad; sin embargo esa agua está atrapada bajo una capa de hielo que se agrieta a menudo por el calor del agua subyacente.

Una de las lunas de Saturno, Encelado, tiene criovulcanismo; es decir, volcanes de hielo. En vez de vomitar lava, los volcanes de hielo expulsan agua, metano o amoniaco. La presencia de volcanes de hielo podría indicar actividad oceánica.

Fast Fact

Vertido de crudo en aguas internacionales
El vertido de petróleo más grande de la historia se produjo durante la Guerra del Golfo y liberó más de 40 millones de galones de petróleo al golfo Pérsico. Las válvulas de la terminal petrolera de Sea Island de Kuwait se abrieron a propósito después de que Irak invadiera Kuwait en 1991. Con este vertido se trató de impedir el desembarco de los marines de EE. UU., pero el petróleo flotó hacia el sur, al litoral de Arabia Saudí.

Un estudio del vertido de petróleo de la Guerra del Golfo (realizado por Naciones Unidas, varios países de Oriente Medio y Estados Unidos) determinó que la mayor parte de ese petróleo se evaporó y que apenas causó daños al medioambiente.

Fast Fact

Mares oceánicos
Los lechos marinos del mar Caspio y el mar Negro son más propios de un océano que de un mar: en vez de reposar sobre la plataforma continental lo hacen sobre la corteza basáltica del océano.

Media Credits

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Writers
Diane Boudreau
Audrey Carangelo
Hilary Costa
Joe Jaszewski
Melissa McDaniel
Tara Ramroop
Erin Sprout
Santani Teng
Andrew Turgeon
Illustrators
Mary Crooks, National Geographic Society
Tim Gunther, Illustrator
Dinara Sagatova
Editors
Jeannie Evers, Emdash Editing, Emdash Editing
Jeff Hunt
Kim Rutledge
Kara West
Educator Reviewer
Nancy Wynne
Expert Reviewer
Sarah Wilson, National Geographic Society
Producer
National Geographic Society
other
Last Updated

February 5, 2024

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